La incorporación de la mujer al mercado de trabajo no es un fenómeno nuevo y no resulta fácil fijar una fecha que deslinde un antes y un después.
Cuando hablamos de "incorporación de la mujer al mercado de trabajo" conviene antes que nada dejar clara una obviedad. Las mujeres han trabajado siempre y en la mayoría del tiempo histórico en condiciones muy duras. Pero eso es una cosa y otra es que ese trabajo haya sido reconocido y que la mujer haya podido competir con el hombre desde la igualdad por puestos de trabajo remunerados.
Un ejemplo de incorporación masiva de la mujer a puestos de trabajo realizados por hombres lo encontramos durante la Segunda Guerra Mundial. Como muchos hombres estaban en el frente, sus lugares en las fábricas, en la agricultura y en sectores tan duros como la construcción los ocuparon mujeres. Paradójicamente, después de ese enorme esfuerzo, cuando acabó la Guerra, muchas mujeres que habían desempeñado con brillantez y eficacia sus cometidos fueron despedidas para que los hombres que habían vuelto del frente ocupasen sus puestos.
Sin duda desde entonces la mujer siguió progresando y abriéndose paso en el mercado laboral no sin tener que salvar obstáculos de lo más variado.
Hoy en día hay mujeres en los puestos más relevantes y siempre se citan los mismos ejemplos, el de la Canciller Angela Merkel, el de la Directora del FMI C. Lagarde, o el de la que probablemente será la próxima Presidenta de los EE.UU., Hillary Clinton.
Pero conviene no olvidar que, como dice un reciente informe del FMI refiriéndose a Europa (probablemente la región del mundo en la que más han avanzado los derechos de la mujer), "a pesar de los importantes avances registrados en recientes décadas, el número de mujeres que participa en el mercado de trabajo en Europa es aún menor que el de hombres, y es más probable que las mujeres trabajen a tiempo parcial. Además, una menor proporción de mujeres alcanza los niveles superiores de la escala corporativa".
En nuestro país, de acuerdo con el informe de la CEOE "El envejecimiento de la población y sus efectos en el mercado laboral español", la participación de la mujer en el mercado laboral no ha dejado de crecer incluso durante algunos años de la crisis pero sin llegar a alcanzar la paridad con los hombres como correspondería al hecho de que la población femenina y masculina es más o menos equivalente.
Según el informe, el número de varones activos alcanzó su máximo en 2008, con 13,1 millones de personas, y luego disminuyó hasta los 12,3 millones en 2015.
Sin embargo, la población activa femenina continuó aumentado hasta 2012, año en que llegó a los 10,7 millones de personas, lo que supone un aumento de 3 millones de mujeres activas desde 2002.
En los años 2013, 2014 y 2015, la población activa descendió en su conjunto, pero la de las mujeres lo hizo más moderadamente que la de los hombres y en 2015, eran 10,6 millones.
Fuente: CEOE
Pero si lo anterior es cierto para España conviene tener en cuenta esta advertencia del FMI "en muchos países europeos el proceso para cerrar la brecha de género está perdiendo impulso" por lo que debemos tener en cuenta que "en el caso de las mujeres en Europa, la decisión de trabajar no es solo una cuestión de elección personal, las políticas también importan.
Por ejemplo, el tratamiento impositivo de la segunda persona que contribuye a los ingresos familiares puede afectar a los incentivos para aceptar un empleo, y las políticas públicas que proporcionan los tipos de servicios que contribuyen a que sea más fácil para las mujeres combinar un trabajo con las responsabilidades familiares y domésticas también podrían respaldar el acceso o la reincorporación de la mujer al mercado de trabajo".
La plena equiparación de la mujer en el mercado laboral no solo es un problema de justicia, sino que afecta directamente al crecimiento de la economía ya que está constatado que un mayor número de mujeres en la fuerza laboral "contribuye a una mayor diversidad en los niveles superiores de la escala corporativa y a un mejor desempeño de las empresas".
