campamento verano

Ir de campamento: ¿un reto también para los padres?


15.07.2016

Escrito por: Redacción


Muchos niños se han ido o se irán de campamento este verano.

Los adultos, y los niños más veteranos, saben que les esperan experiencias prometedoras, vivir en cabañas, comer en grupo, limpiar con responsabilidad compartida, pasar noches de confidencias,  medirse en deportes y en juegos y tener alguna aventura arriesgada.

Todo  eso está muy bien y por eso los padres tomaron la decisión de  apuntarlos, pero cuando la lejanía se impone se preguntan con inquietud ¿estarán disfrutando o pasándolo mal? ¿sabrán hacer bien lo que les exigen? ¿tendrán amigos o estarán  solo? ¿nos echarán de menos?

A veces, mandar a los hijos al campamento es más difícil para los padres que para ellos. 

Michael Thompson, un psicólogo clínico experto en psicología infantil, escribió el libro "Nostálgico y feliz"  no solo por las experiencias de su niñez en campamentos sino porque los educadores constatan que  los padres cada vez son más reacios  a separarse de sus hijos y les cuesta más dar los pasos que desarrollan su autonomía. Esto incluye decidir mandar a los hijos a un campamento, donde los padres no pueden hacer nada para ayudarles porque precisamente se trata de eso, que aprendan a ser más independientes.

Cuando los hijos están lejos en el campamento, los padres pueden sentir con intensidad que no pueden hacer por ellos todo lo que querrían, que en el fondo es asegurarles la felicidad. Y, para colmo, carecen de una hoja de ruta clara de cómo y cuándo abrir las puertas para que exploren por sí mismos.  

Pero a pesar de la creciente ansiedad de los padres por los campamentos, dice el autor, los niños a menudo dan saltos en su crecimiento cuando dejan de estar bajo los ojos vigilantes de sus progenitores. Los niños no saben lo fuertes que son, lo sociables que son, lo competentes que son hasta que lo experimentan.

El campamento es sobre todo un lugar para medirse sin el punto de vista de sus padres, tener una buena experiencia, una satisfacción, lograda para ellos mismos no para satisfacer a sus mayores, eso les vuelve más independientes y fuertes.

También los niños que echan de menos con fuerza a sus padres luchan por triunfar en la superación de su nostalgia y comprenden intuitivamente que la salida de casa es un reto que tienen que dominar más pronto o más tarde y van desarrollando fortaleza. Y por supuesto un primer intento fallido es digno del máximo respeto, ya habrá más ocasiones.

Ahora, como adultos,  si recordamos nuestros mejores momentos de la infancia y somos sinceros veremos que la mayoría ocurrieron lejos de la mirada de nuestros padres.

 

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