¿Por qué Airbnb tiene tantos enemigos?

Los enemigos de Airbnb


23.08.2016

Escrito por: Redacción


La plataforma de alojamiento turístico de Airbnb justifica su razón de ser porque, en tiempos de crisis, ayuda a muchas familias a alquilar una habitación o una vivienda a turistas y así a aumentar sus ingresos. Se presenta como una plataforma que crea bienestar ciudadano mediante la “economía compartida” en momentos en que el sector público está en retroceso.

Pero la realidad es que la oferta de alquiler depende de la demanda de los turistas y estos normalmente quieren alojarse en el centro de las ciudades, así que no se benefician de estos alquileres las familias más necesitadas sino las que tienen sus casas en las áreas preferidas por el turismo, las más céntricas. 

Airbnb también dice que proporciona la forma más sencilla de alquilar, y es verdad, su atractivo indudable es su facilidad de uso. Pero estos arrendamientos fáciles que se expanden rápidamente en medio del vacío legal dejan a las ciudades sin ofertas de alquiler para sus propios ciudadanos y con zonas de turismo masificado que no se acogen bien. En respuesta a estos problemas los ayuntamientos de las distintas ciudades están aprobando normativas que regulen el alojamiento turístico. 

Airbnb en EE.UU.

Así, en San Francisco, donde nació Airbnb, ya hay una ley que limita los días en los que un apartamento puede ser alquilado por año y obliga a los arrendadores a pagar un impuesto por cada transacción. New York, el mayor mercado de la empresa, espera una ley que si es aprobada prohibirá el alquiler por ordenador de los apartamentos que violen sus leyes. Así mismo ya se legisla este tipo de alquiler en Chicago, en Santa Mónica, y un largo etcétera en EE.UU.

También Airbnb ha provocado conflictos en Europa. Paris, Londres, Ámsterdam, Hamburgo o Reikiavik están entre las ciudades que han actualizado su legislación para este arrendamiento.

Airbnb en Barcelona

Barcelona es la cuarta ciudad europea que tiene más anuncios en esta plataforma, después de Paris, Londres y Roma.

El Ayuntamiento de Barcelona está decido frenar el arrendamiento no declarado de los pisos turísticos. Quiere que el alquiler en el centro de la ciudad vuelva a ser accesible para los habitantes locales, evitar la especulación en zonas con un tejido vecinal frágil a las presiones del mercado y no potenciar más turismo que el que puede asimilar, todos ellos fenómenos que surgen cuando se extiende la oferta libre de alquiler en el limitado parque de viviendas de los barrios céntricos de la ciudad.

La normativa de Barcelona para alquilar una casa o un piso a turistas obliga al arrendador a pedir una licencia al ayuntamiento, a facilitar algún teléfono de atención inmediata, a garantizar el mantenimiento de la vivienda y a enviar a la policía datos de las personas alojadas. Los inquilinos, a su vez, deben pagar el impuesto sobre estancias (IEET).

En la actualidad el Ayuntamiento de Barcelona ha concedido 9.938 licencias y, sin contar con otras plataformas de alquiler, Airbnb tenía en junio 19.724 anuncios de alquiler, lo que supone 9.786 anuncios sin licencia en la ciudad. Además entre los anuncios de Airbnb hay 9.000 habitaciones libres, un tipo de arrendamiento cuya regulación aún está en trámite.

A principios de 2017 entra en vigor un nuevo decreto para regular el alquiler turístico, hasta entonces el ayuntamiento ha congelado la distribución de licencias.

Hace unos días la alcaldesa de Barcelona aumentó la polémica al pedir a los barceloneses que denunciasen en una página web la oferta ilegal de estos alojamientos. A su vez, los propietarios que alquilan a través de Airbnb han pedido la colaboración de los vecinos para sabotear la web de denuncias. Tendremos que esperar a 2017 para ver cómo se resuelve el conflicto.

Airbnb y su relación con los ayuntamientos

Parece que a esta empresa de anuncios de alquiler, que ha obtenido 30 mil millones de dólares en pocos años, no le importa dejar de cumplir la legalidad hasta que las ciudades en las que opera se plantan.

Está claro que la gente vive de manera diferente en diferentes ciudades, pero también lo es que, independientemente de la ciudad, Airbnb se comporta de la misma manera: ofrece un producto fácil y barato sabiendo que cuando tenga muchos consumidores, arrendadores e inquilinos, enganchados a ella los ayuntamientos de cada ciudad tendrán que promulgar normas para regular sus alquileres.

Airbnb se está mostrando como una empresa con memoria selectiva hacia la legalidad, solo la cumple en las ciudades en la que sabe que está bajo el escrutinio de sus ayuntamientos. Dicho de otro modo, se está convirtiendo en una plataforma con productos que difieren de una ciudad a otra, en base a las costumbres locales, a la tolerancia para con ella y a las leyes que la limitan.

Es de desear que pronto Airbnb consiga un compromiso entre su crecimiento descontrolado y las respuestas que ello provoca y que evite la incertidumbre regulatoria que arrastra en su expansión.

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